lunes, 4 de octubre de 2010

En Belianís

Aquí les dejo mi último artículo en el periódico belianís.

http://www.belianis.es/opinionmartinlucia2.htm

sábado, 25 de septiembre de 2010

Así todo



Os quiero.

miércoles, 9 de junio de 2010

Boceto

Ausente la llaga de lo perdido

es en ti el descanso del tiempo.

En ti todo.

Porque la mañana, su amanecer, son tuyos,

ahora que aún eres palabra.

Ahora que eres hombre por ser,

ahora que eres sueño y carne,

ahora que aun eres

todo lo que quieras ser.

En ti aun puede ser todo.

Aprenderás que la elegancia

tiene que ver con la sencillez.

O que los coches son fusiles

cuando las calles no tienen ojos.

Porque en ti puede ser todo.

Yo ya aprendí ésto

con más o menos destreza.

Pero el camino está ahondado en mí,

el viento en arrojo,

pasados los años.

Y me ha llevado a mi límite propio,

en lucha siempre constante.

Tú eres la mañana, el amanecer,

ahora que aún eres palabra

y es en ti el descanso del tiempo.

Y en ti aun puede ser todo.

Aprenderás que, aunque no mires al cielo,

las nubes o las estrellas siguen estando ahí.

O que para escribir poemas de amor

no es necesario escribir te quiero.

Porque en ti aun puede ser todo.

Hay una ausencia de luz

que lo alumbra todo.

Eres tú, que te anuncias,

que en brevedad te anuncias,

aunque aun seas palabra.

Porque en ti aun puede ser todo.


A Samuel.

lunes, 22 de marzo de 2010

Manifiesto por la poesía: 1. La honestidad

Escribir un poema es desangrarse. La poesía, como ejercicio honesto y de vacío, requiere que quedemos en ella, exhaustos, sin aire ni sangre. Escribir poesía es entregarse al vértigo de ofrecer todo lo que uno tiene, asumiendo y corriendo el riesgo de no quedar indemnes. No, no es sólo morir. No es únicamente enfrentarse a un suicidio voluntario desde la certeza de comenzar después, así, una nueva vida. No, no es sólo eso. Es más. La poesía es siempre más. Es darnos muerte creyendo en la veracidad de ésta, en su autenticidad. Sabiendo que es el único camino para llegar al poema circular que lo encierre todo. Al poema que nos dé alivio y proporcione belleza, encerrada en la forma que sea, esto no importa, a aquellos que lo hagan suyo tras la lectura. Morimos en cada poema. Y lo hacemos porque sólo de este modo estaremos escribiendo poesía. Honestidad, honestidad, honestidad. Ese es el único camino.

Escribir poesía es ofrecerse generoso al que nos lee, al que nos vaya a leer. La poesía no admite reservas. No admite cálculos previos. No admite fórmulas ni raras aritméticas. La poesía es agua en arroyada. Es un alud de uno mismo que cae irrefrenable en cada letra, en cada palabra, en cada verso.

Todo lo que no sea esto es una impostura que no nos llevará a parte valiosa alguna. No nació la poesía para los inermes, para los pusilánimes. Tampoco para los impostores. La poesía nació para los honestos. Y para los valientes. Para los que escriben para sí mismos, para la cura de sí mismos, que es el único modo de escribir para todos. Para los que lo hacen para quedar en paz con ellos mismos, que es el único modo de quedar en paz con el lector.

Escribamos pues una poesía que nazca de la sangre. Una poesía que nazca del aliento. Una poesía que nazca de la más honesta honestidad. Una poesía que nazca, ni más ni menos, de la propia vida. Porque, al fin y al cabo, la poesía, escribir poesía, es vivir.

Martín Lucía, 22 de marzo de 2010.

Ya se han adherido:
Antonio Jimeno Parra


Todo aquel que quiere adherirse al manifiesto, que llo comunique a mediomartin@yahoo.es. Gracias.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Invierno llevadero

En ocasiones me sorprendo
por entre vídeos y cintas de súper ocho
en los que mamá es infinita,
papá, esbelto y fuerte
y todos jugamos como y con el mar.

Es fácil atender a la nostalgia. Confieso.
Aún en los tiempos de los hombres invencibles,
cuando nos sabemos fuertes
y coqueteamos con la idea de la inmortalidad,
la nostalgia seduce.
Todos, en silencio,
somos cómplices de nuestros demonios,
aunque, en un principio, los ignoremos
y nos convenga ignorarlos.
Todos , en silencio,
estamos enfermos por la muerte
desde que nos habla en el vientre materno.
Por tanto, es fácil atender a la nostalgia, entonces.
Por eso, en ocasiones,
pliego la memoria y uno sus extremos
hasta sentir mis pies
en el principio de todo.

Ahora, en la caída al trabajo,
a la mañana, me cruzo con niños
que en años fui yo,
que en años plegarán su memoria.
No volveré a ser niño.
Ni mamá, infinita.
Ni papá, esbelto y fuerte.
Pero seguimos siendo
por entre estelas de ambulancias
que esquivan nuestros nombres.
Seguimos siendo
y, eso, a día de hoy, es mucho.

En pleno invierno es agradable
adivinar en pequeños detalles
otra primavera
y comprobar que continúas casi intacto.
No obstante, aún ello comprobado,
confieso que, en ocasiones,
hubiera preferido apenas tener conciencia
y caminar por la calle
con el único propósito de resguardarme del frío
y conseguir un invierno más llevadero.
Más fácil hubiera sido todo.

Perteneciente a Los desperfectos (2010, Ediciones En Huida)

lunes, 11 de enero de 2010

sábado, 26 de diciembre de 2009