Traía agua en sus manos.
Otras veces,
un pájaro blanco.
O un poco de aire.
O lo que fuera.
Un día, sus manos,
mar en calma,
no trajeron nada.
No quiso mostrármelas.
No entendía que a mí
no me daba la vida
ni el agua,
ni los pájaros,
ni el aire
ni nada que ellas trajeran.
Me la daba sus manos,
las manos de sus manos,
las manos de ella.
8 de diciembre de 2006
12:14
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