París era verde. Pequeños niños sin rostro asomaban del suelo. La risa arropaba a los cuerpos que entregaban amor por lluvia. Cada una de las gotas alborotaban alivio y susurraban palabras que no necesitábamos traducir. Los niños te tomaban de la mano y te acercaban a París. Yo andaba por tus ojos e iba tomando pequeños pedazos de la ciudad (hoy anidan en mi pecho).
La lluvia hacía correr al resto del mundo. A nosotros nos acercaba al cielo, a las nubes. El cielo, las nubes éramos nosotros: lo hacíamos y lo deshacíamos antes y después de cada paso. Los pasos florecían entre el asfalto como el rugir de los niños con olor a vientre fértil.
Los niños me acariciaban.
Llegamos al Museo de Orsay. Entonces la lluvia besó tus labios. Oí nuevamente esa música.
Hoy tarareo bellas canciones. París está en mi pecho mientras avanza el día.
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Me rodea el verde, verde parís. Imagino símbolos
ResponderEliminarque no descifro. Esnifo
colores puros
y mientras
el agua me sabe a carne.
Todo cabrá en mis botas -espero- cuando vuelva de París.