martes, 29 de enero de 2008

Mañanas y noches

La luz entraba leve besando la cortina improvisada.

En la calle, tras la cortina crepuscular, iban y venían los que huyeron del sueño.

Mientras tanto, yo la hallaba aún suspensa en el aire, sin más preocupaciones que amanecer tranquila. Yo era el viento.

Así hallábamos el sol girando en torno a nuestras palabras.

A la noche, la luz robada a los ojos que no sabían de ella, todo volvía a ser plácido, parado el corazón negro, estrellado el humo.

Sembradas las flores, de nuevo nos suspendíamos de nuestros propios hilos, visibles a las manos.

Y la luz vuelta se volvía irisada.

Hoy escribo.

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