miércoles, 1 de abril de 2009

Represión franquista en Arucas

Les ataron los codos por la espalda y al cuello
con cables de cobre de la red de luz.
Los llevaron hacinados hasta un lugar solitario.
Les obligaron a arrodillarse.
Les dispararon en la cabeza.
Ni siquiera los enterraron:
los arrojaron, como animales,
a un pozo seco de más
de cincuenta metros de profundidad.
Fueron tapados con cal viva y arena.
Así fueron asesinadas,
al menos, diecinueve personas
entre el dieciocho de marzo
y el cuatro de abril del treinta y siete
en Arucas, Gran Canaria.
En la península, mi abuelo,
huía del pequeño gran maestro
de hacer olvido con cal viva
en dirección a Francia.
Él pudo volver.
Tuvo que callar y quemar libros.
Y pudo ver cómo,
el pequeño gran maestro
de hacer olvido con cal viva,
moría sin apenas cuerpo
y todo volvía a comenzar.


Hoy, justo 70 años después de la ignominia.
No olvidemos, no olvidemos.
A mi abuelo.

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